Investigadores del Laboratorio de Tecnología Inmunológica de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), junto a investigadores del CONICET, la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), desarrollaron una vacuna nasal contra el Mal de Chagas.
La investigación, publicada en Frontiers in Immunology, busca ofrecer una alternativa terapéutica para pacientes crónicos, quienes suelen desarrollar afecciones cardíacas graves. En modelos experimentales, la vacuna logró reducir la inflamación y la fibrosis del tejido cardíaco, disminuir la cantidad de parásitos y prevenir alteraciones electrocardiográficas. Además, estimuló una respuesta inmunológica más equilibrada y protectora.
El proyecto, en fase dos y con ensayos en ratones, patentó su propio coadyuvante y explora la vía intranasal como una opción menos invasiva y de acción más rápida. La magíster Mónica Pérez Gianeselli, veterinaria e investigadora de la UNNE, participa en el estudio realizando los análisis histopatológicos del tejido cardíaco.
Los investigadores demostraron que la vacuna nasal logra reducir la inflamación, la fibrosis del tejido y la cantidad de parásitos en el corazón de los modelos experimentales infectados.
En los ensayos profilácticos, la vacuna previene por completo las alteraciones electrocardiográficas, mientras que en tratamientos aplicados después de la infección disminuyó a la mitad la incidencia de arritmias, evidenciando beneficios incluso en etapas avanzadas.
En cuanto a los efectos sobre el sistema inmunológico, los investigadores observaron que la vacuna logró estimular defensas capaces de proteger mejor el corazón frente al parásito. También se registró una menor presencia de anticuerpos que dañan el propio tejido cardíaco, lo que indica un mejor control de la respuesta inmunitaria.
El desarrollo de vacunas contra el Trypanosoma cruzi requiere tiempos prolongados de ensayos debido a las características del parásito, que atraviesa etapas en las cuales sale al exterior y luego se esconde en el tejido graso del corazón. Esta condición dificulta su detección y hace que los protocolos de experimentación requieran períodos extensos para simular la fase crónica de la enfermedad.
Antes de pasar a la fase tres, que involucra estudios farmacológicos en pacientes humanos, el equipo debe confirmar la mejoría en el modelo animal.



