Desarrollar una empresa o emprendimiento nunca es sencillo y menos aún si para ello se debe navegar en las turbulentas aguas de la economía argentina. Sin embargo, hay errores en la forma de concebir estos emprendimientos por la que algunos quedan condenados a un fin temprano, más allá del territorio en el que hayan sido creados.
Frente este escenario, el 90 por ciento de las empresas cierran en los primeros 3 años de su creación, según las cifras que aporta Juan Sansalone, fundador de Jsansalone Business Growth Consulting, en diálogo con Noticias Urbanas.
Esta consultora de crecimiento empresarial ha trabajado para unas 200 marcas, entre las que se cuentan Maria Cher, 47 Street, Tropea, Honky Tonk, Daniel Hetcher, Humms, Valkymia, Fracking Design, Ginger, Juana de Arco, Black Mammbo y Gabatt. En esa experiencia, el asesor detectó que “cada vez hay más intención de emprender o crear negocios, pero la gran mayoría de los titulares de una StartUp (empresa emergente), no tienen el conocimiento necesario para superar los principales escalones de un negocio”.
Sansalone concedió que si bien Argentina “es una economía de guerra”, en la que la inflación, la presión impositiva y las dificultades para mantener la rentabilidad de un negocio existen, las empresas jóvenes quiebran a temprana edad, en su mayoría, por problemas de gestión. El titular de la consultora aconsejó innovación constante, buena comunicación y audiencias definidas, con estrategias de venta construidas a conciencia.
Economía de guerra y pandemia
Las Pymes en Argentina, especialmente durante la pandemia de Covid-19, se han visto gravemente dañadas, por lo que un reducido porcentaje ha logrado sobrevivir a un contexto que ya previo a la llegada del coronavirus era complicado.
Según datos del Ministerio de Producción aportados en 2020, al inicio de la pandemia llegaron a cerrar 10 mil Pymes cada mes. Los estudios arrojaron también que el 60% de las empresas que cuentan con un plantel de al menos 10 trabajadores, no incrementa ese nivel en sus primeros cinco años de vida y sólo tres de cada 10 de ellas puede superar el umbral de nueve empleados.
El documento, además, señala que entre 2007 y 2017 nacieron un promedio de 70.000 empresas por año, pero cerraron casi la misma cantidad de ellas.
En 2018 y 2019, la cifra de nacimientos se redujo y los cierres se mantuvieron constantes, dando lugar al peor escenario: una caída neta en el total de firmas activas. Según los registros de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), en esos dos años unas 22.000 firmas sucumbieron, en su mayoría (80%) en el rubro servicios.
El contexto no ayuda, pero Sansalone brindó consejos para analizar la situación y sobrevivir a esta “economía de guerra”.
¿Cómo llegan a la conclusión de que el 90% de las empresas no superan los 3 años de vida?
-Juan Sansalone: A esta cifra llegamos al cabo de varios estudios y hablando con muchísimas empresas y clientes que se acercan a nosotros buscando entender cómo pueden hacer crecer sus ventas, su facturación y cómo mejorar su estructura. Nosotros, lo que hicimos fue identificar cuáles eran los motivos que les trababan el crecimiento, hasta el punto en que en muchos casos se terminaba rompiéndoles el esquema y generándoles grandes problemas que, muchas veces, los llevan a quebrar.
¿Cuánto influyen elementos contextuales como la inflación o la presión impositiva?
-Respecto a esto, también hicimos un análisis y encontramos que, si bien Argentina tiene cuestiones que complican el juego y nos lleva a jugar en modo difícil, en cuestión impositiva, si nos vamos por ejemplo a España, está casi igual. Allá hay también un 50% de impuestos. En Argentina esto sí complica el negocio, pero muchos argentinos encontraron maneras de saltar estas cuestiones impositivas. Quizás en escalas más chicas, mantienen el monotributo y empiezan a correr un poco la facturación de lo digital para no tener que pagar tantos impuestos. Pero el principal problema no es tanto la cuestión impositiva, que la mayoría de los que están emprendiendo aprenden rápidamente a saltarla, por lo cual tenemos fama de ser un país de evasores impositivos. El tema está más en el cliente, en que la gente que no tenga abundancia de plata para comprar todo lo que quiere, entienda muy bien cuál es el valor del producto para venderlo. Lo impositivo pasa a un segundo plano, porque una persona que no vende no tiene ese problema.
¿Es la rentabilidad uno de los mayores desafíos en Argentina?
-Sí, ese desafío está en todos lados. Yo tengo una postura de que las cuestiones impositivas, territoriales, logísticas y demás, son parte del juego, pero son secundarias. En lo que realmente tiene que enfocarse el dueño de la empresa es en querer un buen producto, conseguir ventas y ahí todo el resto lo puede resolver rápido.
A los clientes yo les pongo el mismo caso: si vos vendés y tenés mucha venta, significa que tenés mucha plata para resolver el resto de los problemas. Cuando un empresario no tiene plata, los problemas son muy grandes. Pero cuando la tiene, la forma de resolver los problemas es llamar a alguien que sepa cómo resolverlos y pagarle.
Yo desaliento a nuestros clientes a poner el foco en cosas secundarias. La prioridad tiene que ser mejorar el producto, buscar cómo vender más y delegar las responsabilidades, para que el resto del equipo se haga cargo de todo lo necesario para que la empresa crezca.
¿Qué mensaje habría que enviarles a las y los emprendedores?
-Principalmente, para toda la gente que está emprendiendo, es que siga innovando y buscando soluciones concretas a problemas concretos, específicamente para un tipo de cliente. Ésa es la forma más rápida de hacer crecer a la empresa, porque van a estar buscando resolverle un problema de manera eficiente a una persona y no a 45 mil personas, un problema que no les es relevante.